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Virig

Virig vive en el bosque, pero no es un hada ni una ardilla. En común con la primera tiene que cumple deseos. Y las ardillas se las tiene que comer a veces. No siempre ha vivido en el bosque; de niña, vivía en una granja. Jugaba con sus vecinos y ayudaba a sus padres con los animales y el huerto, sin preocupaciones. Entonces el horror la encontró y la hizo salir huyendo como única superviviente. No es que aquello tenga ya mucha importancia, porque Virig dejó de ser niña hace tiempo y ahora se encarga de que el horror no encuentre a otras personas.

Vérselas con el horror no siempre es fácil. A veces implica mezclarse un poquito con él, y eso que Virig siempre ha tenido buenas intenciones. Pero viviendo en los caminos y en graneros poco vigilados, ha tenido que tomar algunas vías que jamás habría tomado de haber sobrevivido sus padres. A ver, nunca entró en sus planes hacer daño a nadie. Virig es buena persona. Lo que ocurre es que a veces la vida tiene otra cosa pensada, y eso es básicamente lo que pasó una noche de otoño, cuando estaba a punto de cumplir doce años.

Soplaba un viento especialmente frío para la estación, y la niña ya estaba temiendo morirse allí mismo cuando divisó una hoguera entre los árboles. Se acercó, tiritando, y el hombre que comía carne asada junto al fuego la recibió con una expresión extraña. Le ofreció comida y vino, y al final de la cena, su mirada oscura era aún más espeluznante que un rato antes.

Cuando le puso la enorme manaza en el muslo, Virig se apartó de un salto. El hombre frunció el ceño, contrariado, y trató de agarrarla por las muñecas. Virig aun no había guardado el cuchillo con el que se ayudó para cenar, y esa fue su gran suerte. Se lo clavó en el cuello tan pronto como él despegó el trasero del sitio con intención de acercarse.

El segundo incidente ocurrió unos meses después. En ese tiempo, Virig se encargó de aprender a encender sus propios fuegos y de llevar siempre comida encima. Ni el frío ni el hambre volverían a ser motivo para ponerse a merced de otro ser humano. La joven estaba acabando de cenar cuando recibió un golpe en la cabeza y todo se quedó negro.

Despertó tirada en el suelo de una calle sucia de ciudad. Allí solo había una mujer corpulenta que forcejeaba con la cerradura de una puerta. La puerta en cuestión daba paso a un edificio tan sucio como la propia calle, y no parecía dispuesta a abrirse. Virig cerró los ojos de nuevo antes de que su captora advierta nada. Le dolía muchísimo la cabeza, pero consiguió llevar la atención hasta sus piernas. Ambos tobillos descansaban en el suelo, con cierta distancia entre sí. Estaba casi segura de no estar atada. La mujer continuaba blasfemando y golpeando la puerta atascada y Virig supo ver el momento. Se puso en pie de un salto y echó a correr tan rápido que cuando por fin se detuvo, sentía ganas de vomitar.

Al día siguiente volvió a la ciudad, dispuesta a enterarse de quién era esa mujer y por qué la había atacado. Regresó al sucio edificio y pronto entendió qué clase de lugar era aquel. Era un negocio. Del tipo en el que muchas chicas entran, engañadas o a la fuerza, y ninguna vuelve a salir. Los hombres, sin embargo, entraban y salían a cualquier hora del día y de la noche.

La mujer que llevaba el negocio no tardó en morir. Era gorda y vieja, y su cuerpo apenas resistió cuando Virig le rodeó el cuello con una cinta de cuero y apretó. Antes de marcharse de aquella ciudad para siempre, se aseguró de que las cerraduras del burdel quedaran inutilizadas.

Virig decidió que aquella suerte que la salvó en sus dos peores noches debía ser devuelta al universo. Los caminos dejaron de ser un lugar de paso para convertirse en su hogar, y las mujeres que viajaban solas dejaron de estarlo. Una huérfana flacucha empezó a cuidar su paz desde las sombras del bosque.

Ha pasado ya tiempo de aquello. Desde entonces, Virig degolla, apuñala, asfixia, envenena, desnuca y mutila violadores. Los últimos no necesariamente mueren, pero irremediablemente dejan su corrupción.

Virig es buena en lo que hace. La mayoría de las veces llega antes de que el agresor ponga una mano encima a su presa. Otras, aparece justo a tiempo para borrar el miedo de los ojos de la víctima. Algunas veces llega tarde. Las últimas son las que lleva peor, como es entendible, pero no por ello deja el trabajo sin hacer.

Circulan historias sobre ella. Nadie sabe exactamente quién es, ni cómo es, ni por qué hace lo que hace. Lo mejor de todo es que nadie sabe tampoco por dónde se mueve, y eso es imprescindible. Ella cambia su ubicación constantemente porque sabe que su sombra debe ser mucho más grande que ella misma.

Algunos han intentado darle caza. Es curioso que una jovencita que solo asesina violadores sea una amenaza para tantos. Hay quien la admira y hay quien la teme, pero su historia no deja a nadie indiferente. Virig es una heroína porque ayuda a recortar un poquito el miedo. Equilibra la balanza. Saltando desde las sombras, cumple deseos de venganza.


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